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jueves, 9 de mayo de 2013

El infierno de los navegantes

De todos los mares terribles, el  nuestro es tal vez el mas traidor y el mas pérfido. Es engañosa su pacífica apariencia en los días serenos, cuando la luz del sol chispea alegremente en la espumosa cresta de las olas mansas y las corrientes dibujan largas y caprichosas estrías que se reúnen, se cruzan y se separan como si trazaran un fantástico adorno sobre la pálida superficie de las aguas dormidas. Esa plácida tranquilidad es un fingimiento hipócrita.  En pos de esos días de bonanza vienen los días oscuros en que el Pampero cabalga  sobre las olas furiosas y las ráfagas silban en el espacio y las arremolinan las aguas rugientes en inmensas espirales destructoras...Entonces es cuando nuestro Mar exhibe el poder y la grandiosidad de sus embates, sacudiéndose...y escupiendo a los cielos su espuma. 
Samuel Blixen. Los héroes del mar.


Pocas regiones del mundo han merecido el apodo de infierno de los navegantes con mas propiedad que nuestras costas oceánicas y platenses. Ya desde las primeras exploraciones, las aguas del Río de la Plata despertaron el pánico entre los marinos. Era preferible ser tomados por una tormenta en pleno océano antes de sentir el oleaje corto y persistente de este ancho rió embravecido. Y también por sus fondos traicioneros, restingas y bajos de arena  y piedra.  
Con el correr de los años, los peligros y rutas se fueron señalando en las cartas de navegación. 
En 1857 apareció el primer Manual de Navegación, obra del marino francés A. Boucarut, quien se refirió al  Río de la Plata como el infierno de los navegantes.
Pocos años después se editó el Manual de la navegación del Río dela Plata y sus afluentes, debido a la pluma y experiencia de los marinos Lobo y Riudavets. 















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