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viernes, 10 de mayo de 2013

El héroe de Aguas Dulces


El héroe de Aguas Dulces

Costa de castillos. 4 de octubre 1961


-Pensar que hace más de 30 años del naufragio del Francisco Rocco. Parece  que hubiera sido ayer. Rememoro Don Ubaldo, mientras ambos amigos caminaban por la playa de Aguas Dulces, rumbo al lugar donde el 4 de octubre encalló el viejo carguero Argentino. 
-Aquí es señaló, estamos junto a él. 
-¿Conoce usted a Agosto Álvarez, al que llaman el héroe de Aguas Dulces? Empezó a preguntar J. Santos. 
- ¿Que  si lo conozco hombre? salto Don Ubaldo, como que somos amigos de infancia. Ambos somos del rincón de Valizas sabe. Agosto era más chico que nosotros, pero sin embargo nos ganaba nadando, era un infierno mismo. 
-Todos los valiceros somos buenos nadadores, intervino Don Américo, un pescador que se sumó a la conversación. No sé si saben, que de muchacho, Agosto salvo a su padre de una muerte segura. Me lo conto un primo que era vecino de los Álvarez. Un día que padre e hijo pescaban en alta mar cerca de la Isla del Marco, el bote se les dio vuelta con tan mala suerte, que golpeó al hombre en la cabeza. Agosto tomo a su viejo del brazo y se ato el bote a la rodilla, para aguantar a nado hasta que fueron a socorrerlos. 
-Parece que después no quiso saber más nada de la pesca, porque entró en la policía… Señalo Don Ubaldo. 
-Siempre fue un hombre modesto, muy humilde aseguró Don Américo. 
-Cuénteme del salvataje – pidió J. Santos. 
- Yo andaba por campaña, por lo que no pude ver la escena – se lamento Don Américo - . Llegue al día siguiente, cuando los tripulantes estaban a salvo. Pero todo Castillos estaba  en la costa. Dicen que el momento fue terrible, porque el barquito lleno de maderas,  había encallado en un rompiente como a tercio de  milla mar  adentro. 
-Las olas le pasaban por arriba, mientras las maderas caían al mar, dijo Don Américo. 
-Como sería la cosa, que la playa se lleno de tablas, al menos por unos días. 
-Agosto se tiro dos veces al mar, la primera para tomar una cuerda y la segunda cuando la gente cayó al agua. 
-¿Sabe que el comisario le ordenó que no se tirara y Agosto no le hizo caso? Casi le cuesta un arresto, pobre. Diga que la gente lo felicito tanto que no pudieron sancionarlo. 
-Lo hizo sin pensar, creo. Reconoció Don Ubaldo. 
-J. Santos, quedó un rato pensativo. Hay hechos que las comunidades registran y valoran espontáneamente, mientras que otros son alabados solo por los que tienen afán de protagonismo. Tal vez este sea el secreto entre lo auténtico y lo falso en una sociedad como la nuestra. Me gustaría conocer a Agosto!
-A veces lo veo en el Boliche del Tato, a veces conversamos o jugamos al truco. Si usted quiere podemos ir….
-Iremos mañana. 
-Esa noche J. Santos encontró recorte de diarios que recordaban el hecho. Le interesó en especial la crónica aparecida en el Diario El Plata, el 5 de octubre de 1961. 

-A la mañana siguiente partieron temprano hacia Castillos. Al mediodía llegaron al boliche del Tato, mitad bar, mitad almacén. Agosto Álvarez estaba sentado en un rincón. Su aspecto era delgado pero fuerte, curtido el rostro, grisáceo el pelo que llevaba corto, la mirada firme aunque bondadosa. Sobre la mesa, una copa de caña u una caja de cigarros de armar. Miraba sin ver, como persiguiendo el humo o los recuerdos, aparentaba unos 70 años o tal vez mas. 
- Buen día Agosto, como anda de salud, le preguntó Don Ubaldo.
- Y bien, tirando. Contesta Agosto. 
-Acá traigo un amigo que quiere conocerlo. Se llama J. Santos y es profesor de historia. Estamos investigando sobre los barcos hundidos en Aguas Dulces. 
-Me han dicho que usted es un gran nadador, comento Santos. 
-Todos los valiceros lo somos.
-¿Usted es de Valizas verdad?
-Sí, y soy de Agosto del 30, por eso me llamaron Agosto. Sonrió con picardía.
-Cuéntenos del Barco  Francisco Rocco le pidió Santos. 
-¿Qué quiere que le diga?  ya lo he  contado tantas veces…
-¿Cómo  fueron las cosas? 
-Cuando encallo el Rocco yo estaba en la comisaría de Aguas Dulces, era un barco viejo. Cuando la tormenta lo incrusto en la arena se empezó a romper todo. 
-Dicen que usted salvo a varios tripulantes!!!
-Fuimos todos a la playa. Los del barco lograron desprender un bote salvavidas que llego lleno de marineros. Pero quedaron otros a bordo y, cuando regresaba con los restantes el bote se les dio vuelta y todos cayeron al mar. 
-Y ¿usted se tiro enseguida, pensó a quien salvaría? 
-Mire, Sr, no lo sé, no me acuerdo mucho. Dicen que mi superior me ordenó que no me tirara pero yo ya estaba nadando. No lo pensé siquiera. Alguien tenía que hacerlo y yo estaba ahí. 

J. Santos quedo sorprendido por el espíritu servicial de aquel hombre a quien la fama no había contaminado sino que había pasado por el sin dejar huellas. 
El episodio del Francisco Rocco era algo que recordaba con alegría aunque también con cierta indiferencia. 

Tomado del libro De Naufragios y leyendas en  las costas de Rocha. De Juan Antonio Varese. 

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