Mi lista de blogs

martes, 21 de mayo de 2013

Actividad de taller



Formamos grupos de 4 alumnos. Dependiendo de la cantidad de alumnos esto puede variar. 
La consigna es que cada grupo lea la historia. 
Luego de la lectura trabajamos algunos temas importantes.
La asignación de los temas se hace mediante cartas de colores. 


  • Detectar situaciones de violencia. 
  • Que diferencias encontramos entre la concepción de mujer de aquella época (siglo XIX) y la de hoy. 
  • Creemos que el hecho de que estas leyendas sobrevivan es importante? Reflexionamos ¿por qué? 
  • ¿Qué signos o símbolos resultan imprescindibles estudiar del cuadro retrato de Clarita realizado por Blanes?
  • Ante las situaciones que tuvo que padecer Clarita, ustedes ¿como actuarían? Realicen un listado con las posibilidades de solución  Recuerden que sucedió en el siglo XIX.








LA ETERNA MIRADA DE CLARITA




El museo de Bellas Artes Juan Manuel Blanes, que se encuentra majestuosamente emplazado en el Prado, un pintoresco barrio de Montevideo, es uno de los edificios encantados más reconocidos de la ciudad. Dentro de las paredes de ese antiguo caserón, que fue construido en el siglo XIX, ocurrió una de las historias más crueles e injustas del Uruguay.  Hoy, lo único que queda de ese oscuro pasado son algunos relatos y leyendas de fantasmas y un cuadro que es el centro de todas las miradas de los visitantes. 
Cuentan que en 1886, Clara García de Zúñiga, propietaria de la casa donde hoy está el museo, fue víctima de una trampa planeada por su propia familia. Ella era considerada una mujer liberal para la época, ya que concurría seguido a fiestas y eventos sociales. Dicen que era muy hermosa y solía asistir a esos festejos, lo que, sumado a su imagen de mujer desenfrenada, llamaba la atención de los invitados. Esto preocupaba a su familia, ya que pertenecía  a la alta sociedad y en aquellos tiempos esa clase de comportamiento era mal visto y atentaba contra su apellido. Así que sus propios familiares optaron por una solución drástica, fría y despiadada que además de acabar con el comportamiento rebelde de Clarita, terminó  beneficiándolos a todos. Fue así como en complicidad con un médico conocido y un abogado, la declararon loca. Luego construyeron un altillo en la casa, disimulado bajo el mismo estilo arquitectónico del edificio, para encerrarla y aislarla de cualquier tipo de contacto social. Allí, adentro de aquella especie de cárcel, ésta desafortunada mujer paso un largo tiempo sola y abandonada mientras la familia disfrutaba de su inmensa fortuna. 
Los años transcurrieron  y un buen día Clara García de Zúñiga murió. Con su muerte nació una leyenda que logro resistir una y otra vez el avance del tiempo. Cuentan los vecinos y funcionarios del museo que su fantasma se resistió a abandonar la vieja mansión y suele  aparecer en las inmediaciones del lugar. Dicen algunos que la han visto con su vestido blanco paseando por el parque o parada cerca de las estatuas que se encuentran al ingresar al predio. 
Se cuenta que una tarde Clara con sus hermanitos fueron al arroyo Miguelete y se les ocurrió entrar al agua vestidos, Clara que también sentía calor, lo hace y se arroja a las aguas del arroyo. Este hecho se veía bien en los varones, pero se consideraba un pecado para una niña, por lo que esta travesura le costó una penitencia, la pusieron sobre arroz para que escarmentara y entendiera lo que no debía hacer una niña. 
Cuando Clarita era una niña de tan solo 9 años  le presentan a quien sería su marido José María de Zuviría (poderoso político argentino) quien estaba interesado en este casamiento ya que la familia de Clarita era la más rica del Rio de la Plata. Era muy común en aquellos tiempos arreglar los casamientos entre integrantes de la alta sociedad. Esperaron a que Clara cumpliera los 14 años para realizar la boda. Zuviría tenía 40 años, se casan y se van a Buenos Aires. Clara estaba cumpliendo con el mandato de su familia. Comienza la tortura de Clarita, este hombre comienza a maltratarla mediante golpes. Durante 9 años vivió de esta manera y tuvo  con el tres hijos. Logra volver a Montevideo con sus tres hijos, pero la madre de clara logra sacárselos y ella los cría hasta que Zuviría los recupera y se los lleva a Buenos Aires. Esto fue un gran golpe para Clara. 
Después de esto Clara comienza a asistir a fiestas cosa que no está bien vista en la sociedad. Por lo cual  comienza a ser vista como una mujer muy liberal, por eso la sociedad habla de ella, la desprecian y la excluyen. Se veía muy mal que Clara hubiese abandonado a su marido. La sociedad la condena y Clara comienza a quedar muy sola. 
Las cosas empeoran aun mas para la vida de Clara cuando comienza a verse con Enrique de las Carreras con quien tiene un hijo llamado Roberto. La familia de Clara aprovecha esta situación para hacerla pasar por loca, aislarla de la sociedad y quedarse con su fortuna. Clara fue declarada loca con argumentos absurdos (llevar el pelo suelto, usar zapatillas, y que su locura venia desde que Clara era niña dado el episodio de tirarse al agua del arroyo Miguelete) totalmente recluida en su casa y  sola. 
Sobre la casa donde vivía Clara construyen un mirador, el cual no tenía ventanas, aunque aparentaba tenerlas. El altillo que aun existe. 
Allí Clara paso el resto de sus días, encerrada, sin tener contacto con la sociedad, con la luz del día. A veces el Miguelete crecía y el primer piso quedaba inundado. En las cartas de Clara ella describe que sentía el ruido de las ratas chapoteando en el agua. Clara se sentía abandonada, sola y que nadie la quería. Los contactos con la gente eran ínfimos, apenas si le pasaban la comida. Probablemente Clara fallece en ese altillo. 
Pero las historias y leyendas más importantes rondan en torno al retrato de Clarita. En el año 2001 el artista plástico Hugo Romeo protagonizo una historia sorprendente dentro del altillo.  Hugo era restaurador de los cuadros de Blanes, donde trabajaba Hugo era en el propio Museo pero en el altillo. Siempre decía escuchar o sentir la presencia de Clara, pero un día siente que Clarita está muy enojada, y le advierte a los funcionarios del museo de ello. Nadie le hizo caso e incluso se deben haber hasta reído del artista. Pero esa misma noche el altillo se incendio. 
El cuadro de Clarita pintado por Blanes encierra algunas leyendas y secretos que se esconden más que nada en la mirada. La mirada en el cuadro guarda una expresión algo impactante, Clara parece triste pero a la vez se ve odio. El ojo derecho presenta la  ceja en arcada y una mirada de enojo, en el izquierdo un dejo de tristeza. Parece ser que el retrato de Clarita se encuentra formado por dos caras diferentes. Un rostro triste y un rostro enojado. Esta diferencia se aprecia en las cejas, en los ojos,  en la nariz y en la boca. 
Quizás Blanes supo plasmar la vida de Clarita, ya que allí se encuentran la tristeza y el rencor que ella vivió durante toda su vida.  
Hay muchas leyendas en torno al cuadro, como aquella que asegura que el cuadro no debe moverse de lugar porque quien lo haga seguro sufrirá un accidente. En el museo se opto por no mover más el cuadro ya que cuando lo hacía algo pasaba. 
Sea como sea Clara esta allí a través de su retrato, ella marca su presencia. Dicen que a través de su presencia Clara llama la atención para que la gente se entere de lo que Clara vivió, hay un reclamo en Clarita y un mensaje, mostrar todo lo que sufrió, lo que la sociedad de alguna manera le hizo y la codicia de su familia. 

Texto adaptado, extraído de Voces anónimas oculto y de programa La mirada de Clarita. 

Para ver el vídeo clic en

viernes, 10 de mayo de 2013

El héroe de Aguas Dulces


El héroe de Aguas Dulces

Costa de castillos. 4 de octubre 1961


-Pensar que hace más de 30 años del naufragio del Francisco Rocco. Parece  que hubiera sido ayer. Rememoro Don Ubaldo, mientras ambos amigos caminaban por la playa de Aguas Dulces, rumbo al lugar donde el 4 de octubre encalló el viejo carguero Argentino. 
-Aquí es señaló, estamos junto a él. 
-¿Conoce usted a Agosto Álvarez, al que llaman el héroe de Aguas Dulces? Empezó a preguntar J. Santos. 
- ¿Que  si lo conozco hombre? salto Don Ubaldo, como que somos amigos de infancia. Ambos somos del rincón de Valizas sabe. Agosto era más chico que nosotros, pero sin embargo nos ganaba nadando, era un infierno mismo. 
-Todos los valiceros somos buenos nadadores, intervino Don Américo, un pescador que se sumó a la conversación. No sé si saben, que de muchacho, Agosto salvo a su padre de una muerte segura. Me lo conto un primo que era vecino de los Álvarez. Un día que padre e hijo pescaban en alta mar cerca de la Isla del Marco, el bote se les dio vuelta con tan mala suerte, que golpeó al hombre en la cabeza. Agosto tomo a su viejo del brazo y se ato el bote a la rodilla, para aguantar a nado hasta que fueron a socorrerlos. 
-Parece que después no quiso saber más nada de la pesca, porque entró en la policía… Señalo Don Ubaldo. 
-Siempre fue un hombre modesto, muy humilde aseguró Don Américo. 
-Cuénteme del salvataje – pidió J. Santos. 
- Yo andaba por campaña, por lo que no pude ver la escena – se lamento Don Américo - . Llegue al día siguiente, cuando los tripulantes estaban a salvo. Pero todo Castillos estaba  en la costa. Dicen que el momento fue terrible, porque el barquito lleno de maderas,  había encallado en un rompiente como a tercio de  milla mar  adentro. 
-Las olas le pasaban por arriba, mientras las maderas caían al mar, dijo Don Américo. 
-Como sería la cosa, que la playa se lleno de tablas, al menos por unos días. 
-Agosto se tiro dos veces al mar, la primera para tomar una cuerda y la segunda cuando la gente cayó al agua. 
-¿Sabe que el comisario le ordenó que no se tirara y Agosto no le hizo caso? Casi le cuesta un arresto, pobre. Diga que la gente lo felicito tanto que no pudieron sancionarlo. 
-Lo hizo sin pensar, creo. Reconoció Don Ubaldo. 
-J. Santos, quedó un rato pensativo. Hay hechos que las comunidades registran y valoran espontáneamente, mientras que otros son alabados solo por los que tienen afán de protagonismo. Tal vez este sea el secreto entre lo auténtico y lo falso en una sociedad como la nuestra. Me gustaría conocer a Agosto!
-A veces lo veo en el Boliche del Tato, a veces conversamos o jugamos al truco. Si usted quiere podemos ir….
-Iremos mañana. 
-Esa noche J. Santos encontró recorte de diarios que recordaban el hecho. Le interesó en especial la crónica aparecida en el Diario El Plata, el 5 de octubre de 1961. 

-A la mañana siguiente partieron temprano hacia Castillos. Al mediodía llegaron al boliche del Tato, mitad bar, mitad almacén. Agosto Álvarez estaba sentado en un rincón. Su aspecto era delgado pero fuerte, curtido el rostro, grisáceo el pelo que llevaba corto, la mirada firme aunque bondadosa. Sobre la mesa, una copa de caña u una caja de cigarros de armar. Miraba sin ver, como persiguiendo el humo o los recuerdos, aparentaba unos 70 años o tal vez mas. 
- Buen día Agosto, como anda de salud, le preguntó Don Ubaldo.
- Y bien, tirando. Contesta Agosto. 
-Acá traigo un amigo que quiere conocerlo. Se llama J. Santos y es profesor de historia. Estamos investigando sobre los barcos hundidos en Aguas Dulces. 
-Me han dicho que usted es un gran nadador, comento Santos. 
-Todos los valiceros lo somos.
-¿Usted es de Valizas verdad?
-Sí, y soy de Agosto del 30, por eso me llamaron Agosto. Sonrió con picardía.
-Cuéntenos del Barco  Francisco Rocco le pidió Santos. 
-¿Qué quiere que le diga?  ya lo he  contado tantas veces…
-¿Cómo  fueron las cosas? 
-Cuando encallo el Rocco yo estaba en la comisaría de Aguas Dulces, era un barco viejo. Cuando la tormenta lo incrusto en la arena se empezó a romper todo. 
-Dicen que usted salvo a varios tripulantes!!!
-Fuimos todos a la playa. Los del barco lograron desprender un bote salvavidas que llego lleno de marineros. Pero quedaron otros a bordo y, cuando regresaba con los restantes el bote se les dio vuelta y todos cayeron al mar. 
-Y ¿usted se tiro enseguida, pensó a quien salvaría? 
-Mire, Sr, no lo sé, no me acuerdo mucho. Dicen que mi superior me ordenó que no me tirara pero yo ya estaba nadando. No lo pensé siquiera. Alguien tenía que hacerlo y yo estaba ahí. 

J. Santos quedo sorprendido por el espíritu servicial de aquel hombre a quien la fama no había contaminado sino que había pasado por el sin dejar huellas. 
El episodio del Francisco Rocco era algo que recordaba con alegría aunque también con cierta indiferencia. 

Tomado del libro De Naufragios y leyendas en  las costas de Rocha. De Juan Antonio Varese. 

jueves, 9 de mayo de 2013

El infierno de los navegantes

De todos los mares terribles, el  nuestro es tal vez el mas traidor y el mas pérfido. Es engañosa su pacífica apariencia en los días serenos, cuando la luz del sol chispea alegremente en la espumosa cresta de las olas mansas y las corrientes dibujan largas y caprichosas estrías que se reúnen, se cruzan y se separan como si trazaran un fantástico adorno sobre la pálida superficie de las aguas dormidas. Esa plácida tranquilidad es un fingimiento hipócrita.  En pos de esos días de bonanza vienen los días oscuros en que el Pampero cabalga  sobre las olas furiosas y las ráfagas silban en el espacio y las arremolinan las aguas rugientes en inmensas espirales destructoras...Entonces es cuando nuestro Mar exhibe el poder y la grandiosidad de sus embates, sacudiéndose...y escupiendo a los cielos su espuma. 
Samuel Blixen. Los héroes del mar.


Pocas regiones del mundo han merecido el apodo de infierno de los navegantes con mas propiedad que nuestras costas oceánicas y platenses. Ya desde las primeras exploraciones, las aguas del Río de la Plata despertaron el pánico entre los marinos. Era preferible ser tomados por una tormenta en pleno océano antes de sentir el oleaje corto y persistente de este ancho rió embravecido. Y también por sus fondos traicioneros, restingas y bajos de arena  y piedra.  
Con el correr de los años, los peligros y rutas se fueron señalando en las cartas de navegación. 
En 1857 apareció el primer Manual de Navegación, obra del marino francés A. Boucarut, quien se refirió al  Río de la Plata como el infierno de los navegantes.
Pocos años después se editó el Manual de la navegación del Río dela Plata y sus afluentes, debido a la pluma y experiencia de los marinos Lobo y Riudavets.